miércoles, 9 de junio de 2010

Viento fresco

Un día más, el mismo paisaje. Veo a la gente pasar debajo de mí, sin saber siquiera que los estoy observando. Hoy el día no es como ayer.
Ayer llovia, lo cual me agradaba gratamente. Pero al terminar la lluvia y todas las gotas fusionadas conmigo quedaron, un fuerte viento empezó a azotarme, pero soy fuerte, a menos que ese ser que destruye todo cuanto toca, me corte con sus afilados instrumentos.

Pero hoy es un día grato. El viento acaricia suavemente mis hojas, y escucho como se estremecen y chocan acariciando a las otras. Es un sonido extraño, que un ser humano llega a pasar desapercibido, pero es un sonido que para mí es música, como para ellos una caja que emite un sonido casi tan bello como el crujir de mis hojas.

De nuevo cae la noche, aún siento el aire contaminado y el humo de los coches rozan mi tronco. Al menos cuando el Sol desaparece del infinito, ellos prefieren cobijarse, evadirse y permitiendo que pueda escuchar un sonido que me agrada aún más que el viento acariciando mis hojas. El silencio.

martes, 8 de junio de 2010

Gestos

Son esos gestos que inconscientemente reflejamos, los que quedan grabados a fuego en la memoria.

domingo, 6 de junio de 2010

Fin del trabajo. Has perdido.

Las calles son oscuras, el frío no consigue helar mi sangre...ya está demasiado fría. Hace aproximadamente una hora que terminé mi último trabajo. Simplemente por placer. Mis manos, mis vestimentas y mi conciencia están limpias, lo único sucio es mi pensamiento.
Ya era un mes el tiempo que llevaba observando sus comportamientos. En casa reían mientras cocinaban, o jugaban a peleas de cojines intentando no hacer daño a la otra. Judit y Rene, se llamaban.
Judit era delgada, piel blanca con ojos marrones, cabello negro y encantadora. Rene también era delgada, con la piel más morena y ojos verdes. Su cabello era castaño y sus movimientos delicados. En ocasiones me gustaba ver el momento exacto antes de besarse, o cuando Rene jugaba traviesa con los labios de Judit.

Después de un mes conociendo sus actos, decidí que ya era el momento. La noche pasada invadí su hogar y atrapé a Rene, dejándola inconsciente, esperando a que Judit regresara de trabajar. Vi el miedo en sus ojos al ver a Rene tirada en el suelo y también la ira al verme a mi. Se lanzo en mi contra, pero yo fui más fuerte y la dejé inconsciente a ella también.
Por suerte ya tenía planeado dónde iba a llevarlas. Un local abandonado alejado de la muchedumbre. Allí las dejé, en una habitación vacía, con paredes grises sin ventanas y con las luces apagadas.

Me senté y esperé a que despertaran. Judit se despertó primero, parecía mareada, pero se alarmó al ver donde estaba y más aún cuando vio a Rene tirada a su lado. La zarandeó suavemente y la besó, con lágrimas en los ojos. Finalmente despertó. Todavía no se habían percatado de que estaba ahí, mirándolas. Hasta que Rene me miró.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres de nosotras?- Me preguntó Rene a gritos. Se levantó y vino hacia mi, amenazante. Yo saqué mi pistola de la chaqueta y la apunté, al tiempo en que Judit la agarraba del brazo.

-¿Mi nombre? No tiene importancia, ¿no crees? Creo que la segunda pregunta es más importante que la primera, y aún así no tiene una respuesta que justifique todo esto. Será envidia por vuestra felicidad, o simplemente me gusta ver como a una persona se le escapa el último aliento de vida.

-Vas a matarnos.-Afirmó Judit, mientras abrazaba fuertemente a Rene.

-No. Solo voy a matar a una.-Corregí.

Se miraron a los ojos, discutiendo con la mirada quién moriría.

-Moriré yo.-Se precipito a decir Rene.

-¡No!-Negó Judit.

-No decidiréis vosotras la que va a morir.-Dije antes de que siguieran con su absurda discusión.-Yo os propondré una prueba y a partir de ella, mataré a una.
Para ser más exacto, diré vuestra prueba:
Os pelearéis. La que golpeé más fuerte a la otra será la que mataré.-Anuncié.

Parecía como si el mundo se cayera para ellas. Se miraron, se besaron y se pusieron en pie. Aún discutían con la mirada, ya que sabían que no les permitiría discutir por palabras. Judit comenzó golpeando el brazo de Rene con fuerza. Ella le proporcionó una patada en el estómago. Judit cayó al suelo, y a duras penas se levantó, con ánimo de continuar peleando.
No duró demasiado, pues finalmente, Judit golpeó a Rene con un fuerte golpe en el cuello. Un chasquido, y ella se precipitó hacia el suelo. Con los ojos abiertos y sangre en las manos y en el cuerpo.

Judit la miró y se agachó. Empezó a gemir de dolor y a gritar.

-¡La he matado!-Se lamentaba.

El cuerpo de Rene continuaba en el suelo, inmóvil, muerto. El de Judit se levantó y corrió hacia mi. Me miró con ojos llenos de rabia, dolor...y locura. Me arrancó el arma de las manos y como un rayo fugaz, se proporcionó un tiro en la sien.

Esta es la historia de mi última experiencia. No me puedes considerar un asesino, pues yo no he matado a nadie, ni esa vez ni ninguna otra. Mi nombre no importa, aún así, muchos saben quien soy.

viernes, 4 de junio de 2010

Caricias enfermas

Su mente estaba centrada en el libro que tenía en frente, mientras él acariciaba sus piernas. Voces que no dicen nada, al menos para ella, solo las palabras de aquel libro intentaba entender. Sentía el roce de sus dedos en la piel, y como poco a poco las caricias subían de tono. La chica intentó ignorar este hecho, pensando que un descuido era. Pero pasó de nuevo, y su vello se erizo, sobretodo de miedo. Un leve placer camuflado por un gran temor.

Las manos seguían acariciando lo que no era suyo, y cada vez más de cerca, hasta un punto en que se quedaron ahí estancadas durante segundos. El deseo de poder controlar sus piernas era intenso, pero apenas podía moverse.
Solo sus ojos podía controlar, mirándo fijamente el libro, y de vez en cuando las manos. De sus ojos, lágrimas querían salir.

Él sigue sonriendo. Ella casi perdió todo en una caricia.

martes, 1 de junio de 2010

Amor y respirar

Amor, tan vital como respirar, son símiles el uno con el otro.
Mis conclusiones no suelen ser muy lógicas, aunque al ser mías tengo que creer en ellas.

Amar es igual que respirar, pues a veces olvidamos que respiramos. En ocasiones no tienes en cuenta lo que amas o si te preguntas...¿la amo? no sabes que responder. Pero después te das cuenta de que sigues respirando, por lo que sigues amando, inconscientemente, pero lo haces.
Y cuando dejas de respirar, sientes como vas muriendo poco a poco. Entonces te das cuenta de lo importante que es esa función para ti, aunque sigas haciendolo sin darte cuenta. Es el momento en que te dices a ti mismo que lo necesitas, amar y respirar. Con distintos órganos, sentidos y sensaciones, pero tan semejantes el uno con el otro.

A veces olvido que amo. La solución para recordar es tan simple como pensar en dejar de hacerlo. Solo se necesita pensar en ella.