Aún escuchaba las espadas chocar en la batalla. Hedrek intentaba zafarse de una molestia que lleva poca ropa, mientras que yo estoy luchando contra un hombre bastante grande y con un arma más fuerte que la mía. Obviamente, me golpea en el costado dejándome inconsciente.
[...]
Despierto, consigo descubrir dónde está el niño que buscaba, bastante desconfiado de mí y muy asustado.
-Tranquilo, te sacaré de aquí, lo prometo.
-Los adultos mienten.-Es cierto, y ojalá yo no sea un adulto que mienta e incumpla esta promesa.
Intento desatar las cuerdas que me agarran de las muñecas, pero antes de conseguirlo, el hombre llega. Me exige respeto, me amenaza, y además pretende usarme como cebo para matar a Hedrek. Me advierte que me azotará hasta que aparezca. Imagino la escena en mi cabeza como una imagen fugaz, pero lucida.
Yo, en mitad del claro y él detrás, con un látigo más o menos proporcional a su espada. Un golpe, doloroso y desgarrador, igual conseguiría resistir el impulso de gritar. Pero sé que en algún momento desistiré y gritaré. Por lo menos espero tener el valor de gritarle que no venga, que es una trampa y que me deje morir, pero sé que no lo hará, porque en mi mente lo veo llegar gritando que deje de azotarme. Estaré débil por lo que no podré ayudarle y después no sé lo que pasará.
Sin embargo, en un momento fortuito consigo librarme de él y salir corriendo mientras me deshago de las cuerdas de mis muñecas, y es aún mejor cuando él tropieza con ellas. Huyo, nunca había corrido tanto, y aunque me duele la herida, tengo hambre, sed y sueño, intento alejarme lo máximo posible hasta finalmente, caer agotada.
[...]
De nuevo mis ojos se abren, siento el suelo frío, y mis huesos entumecidos. Busco una cueva para refugiarme de ellos, es decir, del frío y del hombre. O de cualquier otra persona, pues ahora mismo no podría vencer. La encuentro y después de muchos intentos fallidos, al lanzar una piedra contra una pared consigo hacer fuego. Es bastante acogedor, y nunca pensé que esta cosa tan pequeña me reconfortaría tanto. Escucho pasos de caballos. Antes de que me descubran, decido apagar la hoguera y esconderme más adentro. Una figura de un hombre que lleva dos caballos entra en la cueva y sin ninguna dificultad, hace fuego. Me ve.
-¡Ah!
-¡Ah!-Grito yo también. Es Hedrek, y como siempre, consigue sacarme un grito.
-Eres… ¿tú?-Se acerca lentamente a mí con las manos extendidas para sostener mi rostro.-Creí que te había perdido.
-He conseguido huir.-Mientras hablo, nos tumbamos cerca de la hoguera, quedando yo sobre él, en su pecho, sin duda la mejor cama.
-¿¿Qué te han hecho??-Pregunta mirando la herida que poseo en el costado.
-No es nada…-Pero él comienza a curarme. Aunque duele un poco, es un alivio.
-Duérmete, necesitas descansar.
-¿Y tú?
-Yo también.
-No te creo.
-Venga, duerme, por favor.
De acuerdo, te haré caso, más que nada porque no me aguanto en pie. Finalmente ahí descanso, sobre su pecho sabiendo que Hedrek también duerme, o eso espero.
Tranquila, que él también tuvo su merecido descanso. Y procurad reponer fuerzas, porque quedan mil y una aventuras
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