lunes, 7 de marzo de 2011

Derrota

Aún escuchaba las espadas chocar en la batalla. Hedrek intentaba zafarse de una molestia que lleva poca ropa, mientras que yo estoy luchando contra un hombre bastante grande y con un arma más fuerte que la mía. Obviamente, me golpea en el costado dejándome inconsciente.

[...]

Despierto, consigo descubrir dónde está el niño que buscaba, bastante desconfiado de mí y muy asustado.

-Tranquilo, te sacaré de aquí, lo prometo.

-Los adultos mienten.-Es cierto, y ojalá yo no sea un adulto que mienta e incumpla esta promesa.

Intento desatar las cuerdas que me agarran de las muñecas, pero antes de conseguirlo, el hombre llega. Me exige respeto, me amenaza, y además pretende usarme como cebo para matar a Hedrek. Me advierte que me azotará hasta que aparezca. Imagino la escena en mi cabeza como una imagen fugaz, pero lucida.

Yo, en mitad del claro y él detrás, con un látigo más o menos proporcional a su espada. Un golpe, doloroso y desgarrador, igual conseguiría resistir el impulso de gritar. Pero sé que en algún momento desistiré y gritaré. Por lo menos espero tener el valor de gritarle que no venga, que es una trampa y que me deje morir, pero sé que no lo hará, porque en mi mente lo veo llegar gritando que deje de azotarme. Estaré débil por lo que no podré ayudarle y después no sé lo que pasará.

Sin embargo, en un momento fortuito consigo librarme de él y salir corriendo mientras me deshago de las cuerdas de mis muñecas, y es aún mejor cuando él tropieza con ellas. Huyo, nunca había corrido tanto, y aunque me duele la herida, tengo hambre, sed y sueño, intento alejarme lo máximo posible hasta finalmente, caer agotada.

[...]

De nuevo mis ojos se abren, siento el suelo frío, y mis huesos entumecidos. Busco una cueva para refugiarme de ellos, es decir, del frío y del hombre. O de cualquier otra persona, pues ahora mismo no podría vencer. La encuentro y después de muchos intentos fallidos, al lanzar una piedra contra una pared consigo hacer fuego. Es bastante acogedor, y nunca pensé que esta cosa tan pequeña me reconfortaría tanto. Escucho pasos de caballos. Antes de que me descubran, decido apagar la hoguera y esconderme más adentro. Una figura de un hombre que lleva dos caballos entra en la cueva y sin ninguna dificultad, hace fuego. Me ve.

-¡Ah!

-¡Ah!-Grito yo también. Es Hedrek, y como siempre, consigue sacarme un grito.

-Eres… ¿tú?-Se acerca lentamente a mí con las manos extendidas para sostener mi rostro.-Creí que te había perdido.

-He conseguido huir.-Mientras hablo, nos tumbamos cerca de la hoguera, quedando yo sobre él, en su pecho, sin duda la mejor cama.

-¿¿Qué te han hecho??-Pregunta mirando la herida que poseo en el costado.

-No es nada…-Pero él comienza a curarme. Aunque duele un poco, es un alivio.

-Duérmete, necesitas descansar.

-¿Y tú?

-Yo también.

-No te creo.

-Venga, duerme, por favor.

De acuerdo, te haré caso, más que nada porque no me aguanto en pie. Finalmente ahí descanso, sobre su pecho sabiendo que Hedrek también duerme, o eso espero.

1 comentario:

  1. Tranquila, que él también tuvo su merecido descanso. Y procurad reponer fuerzas, porque quedan mil y una aventuras

    ^^

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