Escribo porque
necesito desahogarme en un pozo del silencio húmedo que no tiene sentido.
¿Dónde estoy? No sé lo que hago ni con quién estoy, solo sé cómo estoy, y no es
agradable. O tal vez sí, o tal vez no. ¿Sabes por qué lloran los astros en el
cielo? ¿Alguna vez se lo has preguntado? ¿Se lo puedes preguntar a alguien que
está muerto? La muerte es la causa de la vida. La vida es la causa del
sufrimiento.
No quiero ser, solo quiero estar. No quiero ver ni oír, pero
sí escuchar. Mil voces corren por lo largo de la calle sin rumbo eterno.
Frenéticamente me dicen que haga cosas que no me gusta hacer. Pero las hago. ¿Y
qué? A nadie le importa lo que hago. Nadie me ve. Soy un espectro en este mundo
corpóreo. Mejor así. Puedo hacer lo que me dé la gana, lo que me salga del
coño.
¿Qué miras? ¿Me ves? No, porque soy pequeña. Insignificante
como una gota del rocío sobre un ángel deforme sin alas. No tiene sentido. No
lo tiene. O eso creo. Quizá sí lo tenga, pero tenga que entender.
Sigo escribiendo sin pensar y lo único que me viene a la
mente son palabras con algún sentido que no dota a lo que soy ahora mismo. Esto
soy, esto escribo. Para esto he nacido y para esto moriré.
Y lo que viviré no le importa a nadie. Porque soy un ángel
muerto.