domingo, 15 de noviembre de 2009

Encerrada II (Amanecer...)

Poco a poco, empecé a recuperar la conciencia. Aún seguía en aquella habitación, rodeada de cientos de cuadros que seguían observándome, y seguro que también encerrada entre las cuatro paredes invisibles... pero no me apetecía comprobarlo, no, ya estaba demasiado cansada. No pretendían que muriera, ni que intentara acabar yo misma con mi vida. Aún no estoy tan loca como para hacer algo así. Pero, ¿qué pretendían? Solo observarme y asegurarse de que estoy ahí, sola, pero a su merced.

El tiempo seguía pasando, tal vez años. Creo que he pasado toda mi vida aquí encerrada... he perdido la ilusión de ver más allá de estas cuatro paredes, la esperanza de que algún día alguien vendrá a sacarme de aqui.

De pronto, empecé a ver al fondo de la habitación una luz que iba creciendo poco a poco. Los ojos de los rostros que aparecían en los cuadros se movieron para fijarse en aquella luz cada vez más intensa. Yo también la observé. Por una vez no me sentía observada, era yo la observadora.

La luz crecía, y crecía, hasta inundar la habitación en un resplandor dañante para mis ojos, obligandome a cerrarlos, y creo que también a los ojos que siempre me han observado. A mi espalda, siento una mano cogiéndome del brazo suavemente. ¿Qué ha entrado? ¿Cómo?
Empecé a gritar, esto no podía estar pasando. Rápidamente otra mano se posó en mis labios, haciéndolos callar. Me dio la vuelta y empezamos a caminar. Un paso, dos, tres, cuatro...¿cinco?¿seis? Puedo dar todos los pasos que nunca imaginé que podría dar. Con los ojos aún cerrados me dejé llevar por lo que fuese que me estaba guiando a donde sea. No creo que me lleve a un lugar que sea peor del que voy a salir.

Escuché una puerta abrirse, y aunque mis ojos estaban cerrados, pude sentir que la luz ya no podría deslumbrarme. Poco a poco empecé a abrir los ojos. Primero vi a una gran multitud de personas mirándome calidamente y sonriéndome ofreciéndome confianza. Creí no conocer a nadie, pero conocía a todos y cada uno de ellos. Los había visto en mis sueños durante todos estos años. Me giré para poder ver el rostro de la persona que me había sacado de ahí. Un ángel... un hermoso ángel. Sus ojos expresaban amor, comprensión, dulzura, confianza... Su sonrisa causaba la mía.

No lo dudé ni un momento, ese ángel era mi salvación. Tampoco dudé beber de sus labios. Gracias por sacarme de un mundo vacío y pequeño. Ahora soy libre y puedo vivir contigo, reir, disfrutar y amar.
Gracias a todos los que me recibieron con los brazos abiertos y una sonrisa, dejándome quererlos y ofreciéndome cariño a mi también. Es todo lo que necesitaba.

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