La risa crecía en la pequeña estancia, mientras jugábamos sin pensar en otra cosa que en la diversión. Al acabar el juego, la música nos invade ahora. Melodías que incitan a los espíritus adentrarse en nuestro mundo de mortales, y que no suelen gustarles a todos. Decidimos parar las canciones.
Tarde.
Una, dos, no sé cuantas almas se presentaron en aquel lugar. La risa se pierde, aparece el frío y sentimos como algo en nuestro interior se apaga.
Intentamos solucionarlo con canciones rítmicas y alegres, pero la sonrisa no apareció de nuevo en nuestro rostro. Nervios, miedo e inquietud se apoderan de nosotros.
No se lleva a cabo ninguna aparición, pero sabemos que están ahí, ¿observando? ¿intentando hacer daño? Yo no lo sé. Pero pueden sentirse, y eso no quita el hecho de que están. Tal vez la Luna los inciten a aparecer esta noche, o mañana. La noche de los difuntos aún no ha comenzado.
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